Todas las personas tenemos prejuicios, pero ¿qué ocurre cuando nuestros prejuicios son tan inflexibles que con ello hacemos daño a otras personas tal vez sin mala intención? Es importante ver más allá de nuestro alcance habitual y entender que nuestra perspectiva del mundo no es la única que existe. Cada ser humano tiene un modo diferente de ver la vida, con coincidencias o no. El humanismo nos pide romper con ese enfoque rígido de pensar que nuestra verdad es única y universal.
Frases como “yo soy así” nos limitan a lograr ese entendimiento que otras personas necesitan. La salud mental en Puerto Rico y en otras partes del mundo continúa siendo relegada a un segundo plano, como si lo más importante fuese el mostrar una amplia sonrisa ante otras personas porque pensamos que eso es lo correcto, aunque por dentro nos sintamos destrozados. Nos enseñaron, tal vez sin mala intención, que las lágrimas o las quejas son sinónimos de debilidad. Inclusive entendemos que escuchar la palabra “quiero ser fuerte” significa que haré todo lo posible por no quejarme, por no llorar, por reprimir cada emoción e ir, de esa manera en contra de nuestra propia naturaleza. Nuestro entorno nos muestra al éxito como un estado donde socialmente nos desarrollamos de forma extrovertida y las sonrisas están por doquier. Luego puede aparecer un vacío difícil de llenar. Ya hemos visto a personas aparentemente exitosas que han terminado quitándose la vida y nos preguntamos el por qué, si supuestamente lo tenía todo para ser feliz.
Tal vez el camino no consiste en lo que llamamos “ser fuerte”, sino en ser genuinos con nuestra esencia, liberar esa represión de nuestras emociones y poder expresar de un modo respetuoso si estoy molesto, feliz o triste. Abrazar, pedir un abrazo, llorar y, sobre todo, “escuchar” es un elemento muy importante que nos ayuda y potencia a otras personas.
En muchas ocasiones, cuando tenemos cargas emocionales y preocupaciones buscamos a alguien para contarle nuestro problema. Generalmente es una persona de confianza, pero a veces se hace difícil encontrar a esa persona. No necesitamos que dicha persona nos cuente sus hazañas que le sirvieron para superar sus problemas, tampoco deseamos necesariamente que nos den un consejo. Sólo queremos que nos escuchen. Ese puede ser el inicio de nuestro aporte para con la Salud Mental de nuestra sociedad. No juzguemos a otras personas por su condición mental, sólo seamos elementos de escucha con respeto.
Dr. J. Sarazú
Psicólogo Clínico
El Dr. José Sarazú nació en la ciudad de Lima, Perú y radica en Puerto Rico desde hace 21 años. Es Psicólogo Clínico con un Doctorado de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, Recinto de Ponce. Posee también un Bachillerato en Administración de Empresas con concentración en Gerencia de American University of Puerto Rico. Tiene certificaciones de la Universidad de la Mística en Avila, España en Cognitive Coaching y Espiritualidad. Estudios en Administración, Contabilidad, Hipnosis Clínica y otros.
El Dr. Sarazú posee la licencia permanente de la Junta Examinadora de Psicología de Puerto Rico. Es miembro de la American Psychological Association (APA) y la Asociación Puertorriqueña de Psicología. Miembro de The International Association of HealthCare Professionals.
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